lunes, 17 de octubre de 2011

Definición

Las palabras que inventa el hombre para definir cosas que no son mensurables por una simple sucesión de letras.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Estrellas

- ¿Que haces?
- miro el cielo
- ¿por?
- la noche esta hermosa se ven todas las estrellas
- pero no las podes acanzar
- y no....
y me agarró la mano.

viernes, 23 de septiembre de 2011

descubrimiento

- ¿escuchaste la expresión "el niño que todos llevamos por dentro"?
- si
- bueno, a mi me gusta llevarlo por fuera
- ahh ¡con razón!

sábado, 2 de julio de 2011

date cuenta que tus fantasias no tienen infleuncia en la viad real.

viernes, 24 de junio de 2011

Tristeza

De pronto, mi días se volvieron grises.
No me dí cuenta hasta estar inmerso en la monotonía. Toda esa tristeza aplastándome, consumándome, haciendo que cada movimiento o decisión signifique un esfuerzo supremo.
Camino por la calle en este día gris y triste con las manos en los bolsillos, con un destino incierto, sin importancia. El frío me quema la cara, la nariz es un témpano que se derrite, mis manos se esconden en los bolsillos y mi cuerpo se amontona y se pliega y se envuelve sobre mi.
Cae una llovizna constante y cada minúscula gota es una aguja al tocarme que va congelando mi piel en esos escasos centímetros que no pude y no quise proteger.
Mi pelo empapado me congela la cabeza, las ideas y no pienso… el vacío y la tristeza se agigantan y me ahogan y del pelo caen gotas que mojan mi frente y corren por mi cara, mis mejillas, cual si fueran lágrimas que brotaron de mis ojos vidriosos. O quizás sean lágrimas que se mezclan con el agua y se diluyen y se pierden sin que nadie las viera, lágrimas de soledad, en soledad.
Llego a la esquina y el rojo del semáforo me corta el paso  y me perturba el contraste de su color sangre sobre el gris de mi día. ¿Me perturba o me llama?
Junto a mi dos personas se apretujan bajo un paraguas y conversan. Sus días no son grises y este frio y esta lluvia parecen ser solo míos.
El silencio y la tristeza de mi día acrecenta mis sentidos, los amplifica. No quiero escuchar de que hablan, no quiero que sus colores me torturen y se rían de mi gris. Pero escucho.
-       -    Llegó con todo el invierno
-       -    Si, y con esta lluvia tan helada uno no quiere ni salir de la casa.
Osea que era el invierno, no era gris mi día, es decir una estación del año que depende de la distancia de la tierra al sol y la inclinación de su eje. Por consiguiente factores en los que no puedo interferir de ninguna manera y que pasará con el tiempo.
Mejor me vuelvo a casa a darme una ducha caliente no vaya a ser que me resfríe.

martes, 7 de junio de 2011

Vidas de tinta. Hombre

Insomnio.
Miró al techo como buscando algo. Imágenes.
Prendió la tele buscando algo más que recreación, un rápido sinsentido de imágenes disparadas por el botón de canal. Aburrimiento.
Al libro que estaba sobre la mesita de luz a la par de la cama lo había terminado a las dos de la mañana. Era un libro soso, pero no lo dejó hasta leerlo por completo. No sabía explicar porqué pero no podía dejar libros inconclusos por más que le disgustara su lectura.
Tanto si el libro era bueno o malo, sobre el final siempre tendía a acumular horas de lectura para concretarlo lo antes posible. Obsesión.
Se dirigió a la heladera, y luego de revisar su contenido un par de veces se dio cuenta de que ahí no había nada que le interese. Sacó una botella de agua, su compañera de las noches de insomnio, y se dirigió al estudio.
Empezó a revisar los libros de su biblioteca, la mayoría ya leídos, algunos más de una vez, aunque había otros cuya lectura había aplazado y tenía esperanzas de encontrar alguno de esos que le atrayera para poder continuar la noche, quizás el sueño volviera con la lectura.
Varios eran reconocibles a simple vista por su lomo, ediciones especiales de mayor calidad que sobresalían. El Tagore, con sus mil hojas casi transparentes, La Biblia verde similar a las utilizadas por los Testigos de Jehová, con sus delicadas hojas con bordes dorados, el gran tomo de Crimen y Castigo de Dostohievsky con todo su sufrimiento contagiando a los libros cercanos, el libro rojo con detalles negros de Stendhal… No, ese no era el Stendhal, podía ver el Stendhal en la otra punta de la biblioteca, con Crimen y castigo, El jugador, El extranjero, El túnel, El poder y la gloria y alguna otra novela psicológica. En sus momentos de ocio acomodaba sus libros en sectores por género lo mejor que podía, por puro placer, por puro aburrimiento.
Este libro no le era conocido y no tenía ninguna inscripción en el lomo. Al sacarlo el título no le resultó conocido, “Vidas de tinta”. La tapa era dura, la encuadernación perfecta, el bajorelieve del título bien hecho. Un libro de esa calidad no podía haber pasado desapercibido y sin embargo ahí estaba.
Apagó la luz del techo y encendió la lámpara para crear una atmosfera más placentera para la lecura y se sentó en el sillón para revisarlo con detenimiento y comenzar a leerlo, inundado de curiosidad.
Las hojas eran rugosas y amarillentas, como un libro muy viejo, contrastando con la calidad de las tapas. La primera hoja en blanco, la segunda también y la tercera, y así una tras otra. Se fué al final y lo mismo comenzando en sentido inverso.
Agarró todas las hojas con su dedo gordo haciendo presión en el borde de estas pasándolas a gran velocidad buscándole algún sentido a tanto gasto de papel.
En el medio vio al pasar una página mecanografiada, la buscó lentamente hasta encontrarla y comenzar la lectura.

… Un hombre sentado en un sillón leyendo a la luz de una lámpara.
Ligeramente de espaldas a la puerta y ligeramente de frente a la ventana.
Afuera una fría noche con la luna en cuarto creciente y algo de viento agitando el sauce llorón cercano a la ventana.
Compenetrado en la lectura no sabe que hace un momento otro hombre entró a su casa, sin señas particulares, con sobretodo negro y sus rasgos ocultos en la oscuridad reinante. En su diestra lleva un arma, apuntando al suelo, como si el peso de la misma o de sus intenciones le impidiera levantar el brazo.
El hombre armado recorrió lentamente la casa y ahora está en la puerta. En silencio.
El hombre que lee duda pero sigue leyendo, algo en el libro le impide levantar la vista, lo atrapa pero a la vez siente como que se burla de él.
El hombre del arma se acerca al sillón y su brazo va levantándose lentamente a cada paso.
El hombre que lee va girando lentamente su torso sin levantar la vista del libro. ¿Va leyendo lo que va haciendo o haciendo lo que va leyendo? Sabe que es una lucha entre él y el escritor y no quiere perder. No puede caer en ese juego mental.
Presiente que al lado suyo hay otro hombre, apuntándole con un arma a la cabeza. ¿O será pura sugestión y se encuentra solo en una habitación en penumbras, en medio de la noche, leyendo un libro por la mitad?
El ruido de un disparo pone fin al relato.

miércoles, 4 de mayo de 2011

El sueño...

Se retorcía en su lecho, el rictus de su rostro mostraba bronca y odio, había transiración en su frente.
Y seguía durmiendo.
En su sueño un hombre era felíz, encontraba una mujer hermosa a su vista, perfecta en todo sentido y era correspondido. El mundo giraba a su ritmo, según sus planes.
Lo que siempre quiso se concretaba en el momento justo.

En el sueño del diablo yo era felíz y perfecto